La productividad personal siempre me ha interesado mucho. Está bien aprender a organizarse y mejorar las rutinas de trabajo (y de vida) para dedicar la atención a lo que realmente importa, y hacerlo con calidad. En eso coincido con la visión flexible y adaptativa de Julen Iturbe de que existen muchos caminos, bastante idiosincráticos, para ser más productivos.
En su momento publiqué varios posts sobre GTD, que es una metodología con gran seguimiento para la mejora de la productividad personal; pero en general me veo más interesado en adoptar hábitos y principios generales, cierta “filosofía de gestión de la atención”, más que en abrazar protocolos rígidos y exigentes que, conociéndome, me veo negado a seguir. No me debe ir tan mal, porque percibo que mejora mi capacidad de centrarme en lo importante y poner a raya las distracciones. Si algo me gusta, me interesa o es relevante para mí, puedo echar horas sin perder la concentración. Y mis “cortafuegos” son cada vez más efectivos
Entre los hábitos de productividad que habitualmente se recomiendan, hay uno que me atrae por encima de todos, el de ENFOCARSE. Por experiencia propia, dado que he sido siempre un curioso diletante, creo que es el principio más importante de todos. Si conseguimos enfocarnos, centrarnos de verdad en cosas realmente importantes y bien elegidas, eso produce un círculo virtuoso que impacta en todo lo demás. Recuerdo que, allá por 2013, escribí: “11 hábitos para gestionar la atención”, un post en el que compartía algunos consejos prácticos sobre eso, y que tuvo un montón de visitas y RTs.
Esa mezcla de fascinación y envidia que siento por las personas que son capaces de concentrarse en tareas y objetivos, me llevó al libro de Cal Newport: “Enfócate: consejos para alcanzar el éxito en un mundo disperso”, publicado en 2016 bajo el título “Deep Work: Rules for Focused Success in a Distracted World”, cuya versión en español lanzó la Editorial Planeta a finales del año pasado, y que me traje hace poco de México. Newport es profesor de Ciencias de la Computación en Georgetown University, y tiene un blog muy conocido sobre estos temas: Study Hacks.
Los temas de productividad que me interesan, y que respeto, son aquellos que se tratan desde una perspectiva científica. Cal Newport, desde su perfil académico, se esfuerza por argumentar sus consejos con bastante investigación. Él acuñó el término “Trabajo Profundo” (“Deep Work”), para referirse a esa forma de trabajar que consigue una concentración total y un flujo de trabajo ininterrumpido. Su mensaje es convertirnos en “homo sapiens profundis”, o sea, personas que se centran en la profundidad para poder destacar en un campo exigente del conocimiento.
Comparto ahora algunas de las ideas que más me interesaron del libro de Cal Newport, salpicándolas, como suelo hacer en mis reseñas, de mi propia interpretación:
1. El control de la atención es una destreza vital:
La capacidad para concentrarnos profundamente es una destreza que debe entrenarse, y mucho. Concentrarse es difícil, así que es necesario invertir muchas horas de práctica “para fortalecer el músculo mental”.
2. La distracción es una adicción:
Por ejemplo, si en cada momento de potencial aburrimiento (por ejemplo, si estamos en una cola o esperando en un restaurante), acudimos a la estrategia de mirar el móvil, entonces lo más probable es que el cerebro ya esté cableado para la distracción, y la seguirá buscando afanosamente. Este comportamiento, explica el autor, es peligroso “porque debilita la capacidad general de nuestra mente de resistirse ante la distracción”, de tal forma que el trabajo profundo se hace difícil después cuando queremos concentrarnos.
3. Aislarse de Internet:
Trabajar sin Internet es una buena práctica para entrenarse en el trabajo profundo. Yo hago eso bastante. Me salgo de todas las pantallas por muchas horas, sobre todo en las mañanas, cuando soy más productivo. Cierro el Gmail y Hangouts. Solo escribo offline. La estrategia de programar bloques de tiempo aislado de Internet (o al revés, fijar de forma estricta los tiempos en los que vamos a revisar correos y redes sociales) es muy eficaz para recuperar la autonomía de la atención. Tengo cada vez más claro que las redes sociales son un ladrón de tiempo que hay que poner en cintura. Operan según la lógica de muchas aplicaciones tecnológicas: “si no estás ahí, te estas perdiendo algo”.
4. Segmentos de trabajo intensos y continuos:
Mi apuesta es como la de Adam Grant, profesor de Wharton: realizar el trabajo intelectual difícil pero importante en segmentos intensos y continuos, largos e ininterrumpidos. Reservarse períodos en que uno se aísla para concentrarse de lleno y sin distracciones en una tarea de investigación y/o en el desarrollo de destrezas que requieren un esfuerzo deliberado y constante.
5. La cultura de la conectividad y los e-mails es insaciable, un pozo sin fondo:
La cultura de la conectividad, según la cual se espera que las personas lean y respondan rápidamente los correos electrónicos, es una trampa infinita. Me ha gustado lo que Newport llama el “principio de la menor resistencia”, según el cual cuando trabajamos en un entorno laboral donde no hay una clara retroalimentación del impacto que ciertos comportamientos producen sobre los resultados, siempre tendemos a adoptar aquellos más fáciles en cada momento. Por ejemplo, si puedes conseguir un tiempo de respuesta breve, en el momento que tienes la necesidad, a un correo o pregunta pidiendo cierta información, eso es lo que harás. Pero si no pudieras contar con esa posibilidad, tendrías que planificar tu trabajo de otra manera, ser más organizado y trabajar en lo que sea mientras llega la respuesta que buscas. Hay correos abusivos, que traspasan todo el trabajo al que lo recibe. Por ejemplo, si escribes un correo con este asunto: “¿Ideas al respecto?”, eso te lleva unos pocos segundos hacerlo, pero haces que el destinatario le lleve minutos u horas responderte. Si, por el contrario, el remitente elabora un mensaje más trabajado, con preguntas concretas, nos ahorraría mucho tiempo a los demás.
6. Metas claras:
Las actividades que no tienen una claridad suficiente respecto de la meta, son un problema para la productividad. No se produce un sentido del logro, ni hay una evidencia tangible de que lo has conseguido. La tarea o propósito no puede ser un “vago imperativo”. Si no hay metas claras, el trabajo profundo es difícil, porque el trabajo superficial se vuelve aceptable entre tanta ambigüedad. Por eso, explica el autor: “Definir una meta específica que rinda beneficios profesionales tangibles y sustanciales, genera un flujo más estable de entusiasmo”. Lo mismo puede decirse del tiempo libre, que es desestructurado y se necesita un mayor esfuerzo para darle una forma que nos produzca satisfacción, como tan bien lo explica el gran Csikszentmihalyi en Fluir.
7. Algunos consejos prácticos:
La clave para desarrollar un hábito de trabajo profundo es crear rutinas y rituales en la vida profesional, para: (a) conseguir un estado de concentración ininterrumpida, (b) reducir drásticamente las obligaciones superficiales, sin sentir remordimiento por eso (hacemos muchas cosas que sobran, con un coste de distracción que no vale la pena), (c) realizar retiros temporales, en sitios aislados, que funcionen como “cortafuegos” del ruido exterior (estos “retiros” pueden ser de un día, la cosa es alejarse para recuperar la atención), (d) reservar horas específicas, en determinados días de la semana, de forma sistemática y regular, para el trabajo profundo (tal vez tengas que aprovechar mejor las primeras horas de la mañana), (e) crea rituales que te ayuden a entrar rápido en modo de trabajo profundo.
8. Para el trabajo profundo hay que recuperarse:
Hay que reservar tiempo para la relajación, también profunda, que es la que permite la “restauración de la atención”. Es una forma de evitar la “fatiga de la atención”. Charlar con amigos, jugar con los hijos, salir a correr, etc. Por eso, no es aconsejable estirar el día de trabajo, echando horas de noche, porque puede reducir la eficiencia al día siguiente. Hay que implementar un “ritual de cierre”, y cumplirlo a rajatablas. Cuando pones el punto final, tienes que ser firme con el compromiso: “Cuando trabajes, hazlo con dedicación. Cuando termines, termina”. Es crucial que pensemos con antelación qué vamos a hacer en las noches después del trabajo y en los fines de semana, antes de que comiencen. La planificación del tiempo libre es clave para no llenarlo de trabajo.
Para terminar, me gustaría destacar esta idea. El autor plantea una tesis que me ha parecido especialmente interesante para el diseño de la carrera profesional. Resulta que, si se mantiene la tendencia a que aparezcan más fuentes de distracción, como parece que va a ocurrir, la capacidad de profundizar y de concentrarse en unas pocas cosas va a ser cada vez más escasa, y por tanto, más valiosa. Por lo tanto, ser capaces de elegir bien un área, y echar horas de trabajo profundo y concentrado en ella, será un valor en alza. En lugar de tanta versatilidad y picaflorismo, como se vende por ahí, saber enfocarse (¡¡y hacerlo!!) va a ser una importante fuente de diferenciación.