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Reseña del «Pequeño Libro de la Filosofía Estoica» de Recuenco y De Haro

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POST Nº 704

Javier G. RecuencoGuillermo de Haro son dos ingenieros de pincel fino que sigo en redes sociales. Han escrito «El pequeño libro de la filosofía estoica», que publicó Alienta Editorial en 2022. Ambos, según explican, han estado aplicando durante muchos años las técnicas del Estoicismo en su vida personal y su trabajo. El librito son unas doscientas páginas que leí hace unos meses y muy rápido.

El pensamiento estoico siempre me ha atraído. Bastante más de lo que me siento capaz de aplicarlo en mi vida cotidiana. Vaya por delante —se va a notar— que no soy un experto en Estoicismo. Me he leído un par de libros más aparte del que reseño hoy. Mi acercamiento a esta filosofía ha sido por artículos y fuentes secundarias y no leyendo a los clásicos.

En mi opinión, esta obra no es «un libro práctico para aplicar la filosofía estoica a la vida diaria», ni un «manual de instrucciones» como se promete en algunas reseñas, sino una aproximación erudita a la historia, el corpus intelectual y los principios que sustentan esta forma de ver el mundo. Tampoco es un manual de herramientas, sino un marco teórico que, como buena teoría, puede ser muy práctica. Es un homenaje a la filosofía escrito por no filósofos, que está al alcance de cualquier lector. A mí me ha abierto el apetito para profundizar más en esta escuela de pensamiento. Para eso viene bien el tercer bloque, al final del libro, que hace un resumen de «grandes estoicos de la Historia», con buenas recomendaciones de lecturas y autores.

A Javier y Guillermo hay que agradecerles que no se dejen arrastrar por la moda de vender «lo suyo» como una solución para todo. Con el estoicismo —como con todas las modas— está pasando eso hasta el punto de que empieza a empachar. Los autores no son proselitistas. Se muestran sobrios, contenidos en su relato y nada paternalistas con la capacidad del lector de elegir la parte de la receta que le interese. Ante la fiebre del estoicismo del todo-en-uno, nos invitan a «reflexionar por sí mismos y no comprar todo el pescado a nadie». Lo explican así: «Los estoicos pueden ayudarnos en muchos apartados, pero no pueden ayudarnos con absolutamente todo. Pueden darnos consuelo en algunos rincones. Por supuesto que nos van a proporcionar lecciones para aceptar y sobrellevar nuestra mortalidad, trucos de vida para enfrentarnos a los miedos, formas de gestionar las emociones incapacitantes, mejores formas de estar preparados para los cambios repentinos de la fortuna, un sentido de conexión que apoye la resiliencia, el lugar de la benevolencia y la gratitud en nuestras vidas. Pueden ser una muleta, una herramienta, una ayuda. Pero no son ni serán una solución per se».  

Mi resumen de los «principios estoicos»

Soy uno de esos ignorantes que ha percibido el uso común de la palabra estoico «como sinónimo de sufridor y con capacidad de aguante, sin más implicaciones». Bueno, exagero porque sabía que había algo más pero ahora creo que puedo opinar con más propiedad.

Hay una serie de principios del Estoicismo que están bien, que pueden ser útiles, como marco que aporta consistencia al ser y el estar. Orienta entre tanta dispersión. Mi acercamiento a esta filosofía ha sido parecido a como lo hice con el GTD (aquí cuento mi experiencia), que tiene un hálito estoico inequívoco. Yo he tomado de ahí algunos principios, ciertos aprendizajes que me han servido, pero reniego de aplicar el método como un pack cerrado. No «me voy a convertir en estoico», ni voy a adscribirme al «modo de vida estoica». Esos son corsés identitarios que suponen para mí renunciar a la libre exploración, pero sí que puedo conectar pistas de esa sabiduría con intuiciones que ya tenía de lo que es practicar una buena vida. Me ayuda a ordenar cierta predisposición que ya había en mí, así que aproveché este libro para hacerme un modesto resumen de lo que entiendo yo que son los «principios estoicos» más útiles, por si te sirve. Allá vamos:  

1. Tomar decisiones racionales

«El estoicismo nos ayuda a aprender a guiarnos por la razón ante los contratiempos y las emociones que tendremos que enfrentar». Es percibir adecuadamente, entrenar «la capacidad de realizar diagnósticos críticos y acertados». En definitiva, tomar buenas decisiones de manera racional anteponiendo la razón (lo correcto) a la emoción (lo que me apetece). Lo que propone es «no ceder a las pasiones», controlarlas para «evitar razonamientos defectuosos».

Esto entronca con un aspecto importante de la filosofía estoica que es comprender que la felicidad no se puede alcanzar sin virtud: Ser virtuoso para los estoicos es lo mismo que actuar de manera correcta: «para poder aprender cómo comportarnos, debemos descubrir cuándo las emociones, los placeres, el miedo, el dolor o el deseo influyen negativamente en la toma de decisiones».

2. Reforzar el carácter, practicar la autodisciplina

Según los estoicos, la sabiduría es autocontrol. Otra vez hablamos de la virtud: reforzar el carácter es autodisciplina para aprender a resistirse a las tentaciones insanas. Sería lo contrario a la persona «disfrutona» en su versión hedonista. Como se ve, hay una dimensión muy racional en esto. Por ejemplo, aprender a gestionar el largo plazo sacrificando las tentaciones a corto. Es un tipo de sabiduría que implica sacrificio y una fina capacidad de definir (y respetar) las prioridades. Por eso el Estoicismo tiene mucho de estrategia, que por definición es renuncia. 

Este discernimiento, ya aviso, es un camino que se calibra por dosis, y no es nada fácil. Tomarnos esta premisa demasiado en serio puede llevarnos a exagerar el filtro renunciando a tentaciones que sí valen la pena, y ese es un riesgo real de «convertirse a estoico», como comentaré más adelante.

3. Aprender a sobreponerse a situaciones difíciles  

Me gusta lo que aporta la herencia estoica en este punto, la habilidad que contribuye a desarrollar para «enfrentarse a la adversidad con la actitud adecuada». Encontrar consuelo y ánimo ante el infortunio y los contratiempos. El diccionario de la RAE, por cierto, enfatiza esta dimensión cuando define la personalidad estoica como «ser fuerte, ecuánime ante la desgracia». Esto suena bien. Creo que es un buen recurso para «pensar bien» en momentos difíciles, agudos, que nos piden una ración extra de ecuanimidad. De paciencia y músculo resiliente.  

4. Aceptar lo que está fuera de tu control

Este principio conecta con el anterior. Aboga por entender que todo no está controlado y que la suerte también juega su papel: «una idea básica que debemos aprender es que en la vida hay cosas que podemos controlar y otras que no». Este modo de ver las cosas ayuda mucho a entender la propia muerte, que es un tema que el estoicismo aborda muy bien. Llevar una vida feliz y tranquila, incluso en circunstancias difíciles, pasa sin duda por practicar este hábito.

Pero claro, ya sabemos lo difícil que es discernir entre qué podemos cambiar y qué no. El diablo está en los detalles. Y me atrevo a conjeturar que ese «espíritu de aceptación» a veces filtra mal, hasta el punto de que —como reconocen los autores— «una pregunta típica es si los estoicos son personas de comportamiento y naturaleza pasiva». Es posible que, en vez de intervenir, terminemos tolerando cosas que no deben tolerarse porque ¿dónde está la frontera entre la «aceptación» saludable y la «resignación» pasiva y excesivamente posibilista? En definitiva, por mucha teoría estoica que compres, lo más probable es que a menudo calibres mal. En este sentido veo en el Estoicismo dificultades y tensiones parecidas al Budismo, una filosofía que se presta también a excesos, por mucho que abogue por lo contrario.    

Estoicismo y complejidad

Complejizar una teoría que se ha comprimido en un mensaje tan redondo y directo es casi un imposible. El defecto del relato simplificado ha sido también su virtud, como ocurre con los mensajes que se graban en la memoria. La gente compra estoicismo solo si se explica fácil, si se simplifica. «Si es todo, no es nada», y un poco de esto está pasando al contar esta filosofía. Los autores tampoco escapan del todo a esa pretensión expansiva, que yo siento que dispersa el mensaje.  

Un ejemplo de esto —aunque hay más— es la insistencia que se pone en la relación entre estoicismo y la «resolución de problemas complejos» (CPS, por sus siglas en inglés), que a mí me parece menos convincente. Intentaré explicarme. Que el pensamiento crítico es una de las habilidades más demandadas por las organizaciones en el futuro, no puedo estar más de acuerdo. Y que sea curioso que esa habilidad «no goce de un conocimiento general entre los directivos y profesionales españoles» también. Pero lo estoy menos cuando se afirma que «es imposible practicar el pensamiento crítico y las metodologías de CPS sin usar principios del estoicismo». Según como lo veo yo, la resolución de problemas complejos implica tener la voluntad de ser perseverantes en la indagación, una habilidad o actitud que podemos asociar, ni más ni menos, que con la buena cultura científica. La práctica del pensamiento crítico es cultura científica, estadística, enfoque sistémico, etc. Si perseverar en la búsqueda de la verdadera causalidad —desde una mirada no lineal— quiere verse como una «virtud estoica», pues vale 😊 Tampoco percibo que los filósofos estoicos fueran los primeros «pensadores de la complejidad», como se alega en el libro.

Estoicismo y emociones

Este es un tema importante. Los autores lo saben y no se esconden: «la concepción moderna que tenemos de la palabra “estoico” y del “estoicismo” como filosofía es errónea. Es muy normal considerar que un estoico es una persona indiferente a las principales emociones. Alguien que no se ve afectado por emociones negativas, como el dolor o la pena, ni tampoco por emociones positivas, como la alegría o incluso el placer».

Para evitar esa creencia, el estoicismo argumenta que no se trata de evitar las emociones, sino de controlarlas: «los estoicos aceptan que las emociones no se pueden evitar, ya que somos seres humanos con emociones. Pero reconocen que sí podemos elegir cómo reaccionamos ante ellas, controlando el sufrimiento que nos puedan generar. Las personas que no son capaces de aprender a controlar sus emociones o cómo reaccionar ante ellas son consideradas ignorantes».

La propuesta que nos hacen es «usar la razón para entender nuestro comportamiento y aprender técnicas para que las emociones no nos afecten». Hasta ahí todo bien pero, otra vez, es cuestión de dosis. Cuidado con creer que esto significa aplicar filtros racionales a todo o sobreestimar nuestra capacidad de controlar las emociones. Ya conocemos el daño que está haciendo el fastfood del pensamiento positivo cuando se empeña en someter la emocionalidad. Hay que reivindicar el derecho a sentirse mal, incluso al abatimiento que puede ser curador. También lo sabio que puede ser, bajo ciertas circunstancias, abandonar en vez de perseverar «estoicamente» en el sacrificio.   

Dije que los autores no se esconden y son honestos al explicitar los riesgos de la receta mágica de «razón domina emoción». Me gusta cómo lo explican: «debemos ser conscientes de que la propuesta estoica de control de las emociones no deja de ser peligrosamente utópica. Al final del día, somos seres emocionales y pretender trascender eso es convertirnos en un personaje de ficción». Después me encontré con una muy buena entrevista que le hicieron a Recuenco y De Haro, en la que les preguntan qué cambiaría en la sociedad si abrazara mayoritariamente el estoicismo. Después de celebrar el impacto positivo, aportan un matiz honesto que se agradece: «Personalmente creo que mejoraríamos de manera sustantiva en un montón de cosas y empeoraríamos muchísimo en otras tantas. Posiblemente (…) la gente más emocional percibiría que de repente todo el mundo se ha vuelto espartano y que el entorno resulta extrañamente inhumano».

Estoicismo y Terapia cognitivo-conductual

Esta relación ha sido un descubrimiento. Soy economista, pero me gusta mucho la psicología y soy un practicante autodidacta de la Terapia Cognitivo-Conductual. Hasta el punto de que conocerla y estudiarla me cambió la vida. Pues bien, parece que en mis pinitos prácticos he aplicado estrategias estoicas sin saberlo. El libro lo cuenta así: «El estoicismo alimenta la obra del doctor Albert Ellis, que desarrolló la terapia racional emotiva del comportamiento, así como la de Aaron T. Beck. La filosofía estoica fue, por tanto, la inspiración filosófica original de la psicoterapia cognitiva moderna. El manual original de tratamiento de la depresión con TCC de Beck afirma que “los orígenes filosóficos de la terapia cognitiva se remontan a los filósofos estoicos». No está mal, para mí eso añade credibilidad.

Por terminar

El Estoicismo es un buen recurso. Los principios que resumí arriba son todos buenos si se aplican en las dosis adecuadas. Como advierten los autores: «no compres todo el pescado». Es útil pero yo sería cauto a la hora de convertirlo en LA filosofía que dicte nuestra manera de estar en el mundo. A más profundizo, más me parece una teoría para perfeccionistas, que crece bien en sustratos de personalidades competitivas. Una persona estoica no es, como a veces se afirma, un ejemplo de virtudes optimizadas. Siento que también comete excesos… de racionalidad. Pretender ser inmunes a la tentación es capador, puede ser un rollo insoportable, para ti y para los demás.

Como ocurre en casi todo lo que se pone de moda, los ejemplos que se usan para contar historias de éxito de personas estoicas tienen bastante de sesgo del superviviente. No se habla apenas de que puede conducir al fracaso. Que es también una manera de aferrarse, de caer en apegos —a pesar de que se describa como una práctica del desapego— y, lo peor, de perderse muchas cosas buenas. Decía que era competitiva porque la persona estoica puede perderse el placer de los procesos al aferrarse en la búsqueda de una meta. Puede no saber calcular el momento justo en el que hay que abandonar, cuando abandonar a veces es lo más sabio que se puede hacer.

Recomiendo, como ya dije, el libro de Recuenco y De Haro. Son autores serios y honestos. Se aprende con ellos. Enhorabuena…

NOTA: La imagen del post es del álbum de mshelmet en Pixabay. Si te ha gustado el post, puedes suscribirte para recibir en tu buzón las siguientes entradas de este blog. Para eso solo tienes que introducir tu dirección de correo electrónico en el recuadro de “suscríbete a este blog” que aparece a continuación. También puedes seguirme en Twitter o visitar mi otro blog: Blog de Inteligencia Colectiva

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